domingo, 7 de agosto de 2016

Lo que dicen los otros XXXVII: Bioy relata una anécdota que le contaron sobre Raimundo Ongaro.

Creo que el sindicalista Ongaro visitó por los años sesenta a Perón en Puerta de Hierro. Cuenta mi informante que a lo largo de una prolongada conversación Perón sintió que congeniaba con su interlocutor. Este vestía camisa y pantalón. A la hora de la despedida había refrescado y llovía. Perón fue a buscar un abrigo, no recuerdo si impermeable o sobretodo. Confuso por el honor, Ongaro, que era delgado y más bien bajo, murmuró:
—No, gracias, gracias. No hace frío. Además de ser grande para mí.
—No —repuso Perón—. Le va a quedar justito. A medida.
Pensé que la historia parece de una saga y que le hubiera gustado a Borges.
Adolfo Bioy Casares, 1987, Descanso de caminantesEditorial Sudamericana.