sábado, 30 de junio de 2007

sábado, 23 de junio de 2007

Lo que dicen los otros I

Las leyes de la mecánica cuántica, las leyes de la química, las leyes del metabolismo y las leyes de los conejos que huyen de los zorros en el patio de mi universidad se desprenden unas de otras, pero las últimas son las que, al fin y al cabo, cuentan para los conejos.


Robert B. Laughlin, Premio Nobel de Física 1998 (en un Un universo diferente)


Si la miseria de nuestros pobres no es causada por las leyes de la naturaleza, sino por nuestras instituciones, cuán grande es nuestro pecado.


Charles Darwin

Esta frase de Darwin es increíblemente hermosa en su simplicidad y tan revolucionaria políticamente como su trabajo en evolución lo fue científicamente.

Tu modelo, mi modelo.

A la vuelta de la esquina de un salto para atrás en mi ciudad, hacia un modelo bastante retrógrado, disfrazado de eficiente, me parece un buen momento para compartir un trabajo en el que estuve involucrado el año pasado, sobre el progreso urbanístico en Buenos Aires.
Hace mucho tiempo que me preocupa bastante como el fenómeno de los countries y barrios privados o simplemente exclusivos (y exclusivistas) impacta en el entramado social en que vivo.
Están empezando a surgir las primeras generaciones formadas en espacios de exclusividad, vedados a interacciones no utilitarias con miembros de otros espacios. Chicos que se criaron no sólo en colegios privados, sólo en contacto con otros chicos de su mismo nivel socio-económico, si no directamente en esta suerte de guetos para pudientes, tal vez con la misma clase de mentalidad sectaria que ya vimos históricamente surgir en los guetos usualmente pobres.
Por supuesto, la violencia será más sutil o disimulada, pero el quiebre con el resto de la sociedad no menos marcado.
No se, algo me suena terriblemente mal cuando miro para atrás y recuerdo mi propia educación estatal, de clase media, pero en contacto con gente de todo tipo, con la inclusividad como objetivo (nada de "colegio exclusivo, de nivel", como propalan los avisos para atraer clientes a dichos centros educativos. Ya desde el vamos: exclusivos y clientes, nada más alejado del ideal de formación ciudadana...).
Recuerdo pasar la tarde chapoteando en el barro de un conventillo jugando a los autitos con mis amigos y al caer la noche besuquearme tímidamente con mi noviecita, hija de un gerente de una "empresa líder". Todos recibiendo la misma educación, en la escuela y en la calle. Unos irían a la pileta del club y otros a la Pelopincho de la terraza, pero todos compartíamos los mismos códigos. Todos nos reíamos de las mismas cosas. Amábamos y odiábamos de la misma manera.
Ahora, no se que va a pasar. No creo en los Apocalipsis de ningún tipo. A todo nos adaptamos, como individuos, como sociedad o como especie. Pero no dejo de sentir que algo muy importante se está perdiendo. Algo que era bien nuestro y bien bueno.
Les dejo el cortito La ciudad que huye, de Lucrecia Martel, con quien charlamos mucho de todo esto mientras hacíamos este y otro laburo que quedó inconcluso.
Disfrútenlo. Pero, más que nada, piénsenlo.

miércoles, 13 de junio de 2007

Sueños III

Una cosa sorprendente de algunos sueños es que generan una historia pasada propia.
De repente, el personaje que uno interpreta tiene recuerdos "nuevos", ya sea funcionales al sueño (como llegó a la situación en que está en ese momento, el presente soñado), o al "yo" de ese momento (una "vida" recordada paralela, completa o bifurcada en algún momento de la mía propia).
A eso hay que sumarle las historias de los otros personajes del sueño, que a veces se incluyen en la propia como experiencias pasadas compartidas, o incluso relatos recordados, además de la exposición directa de esos personajes.
Cuando veo todo esto, no puedo menos que hacerme la tan vieja pregunta, ¿cuántas vidas vivimos en sueños?
El marote humano (al menos este al que tengo acceso directo) es una caja de sorpresas.

sábado, 9 de junio de 2007

Dime cómo lees...

... y te diré cuán obsesivo eres...
Hay en el costado izquierdo de este blog una pequeña sección intitulada Estoy leyendo:, en donde informo a los visitantes cuáles son los libros que estoy leyendo en este momento (explico para los menos perspicaces, que siempre encuentran fascinación en las redundancias y las tautologías).
Pero ahí se esconde una pista de mis hábitos de lectura, y de mis obsesiones también.
En el momento en que escribo esto figuran La falsa medida del hombre, de Stephen Jay Gould, Números combinatorios y probabilidades, de Ricardo Miró y Don Quijote de la Mancha, de Cervantes. El primero es reciente, los otros dos, llevan mucho más tiempo, con el Quijote siendo casi un abonado vitalicio.
¿Soy un apasionado del Quijote que no para de leerlo, cuál Biblia para el creyente? No exactamente. Es sólo el subproducto de mi forma de leer: usualmente, leo simultáneamente un libro "gordo" y un libro "transportable".
El libro gordo es aquél que por sus caracterísitcas físicas (tamaño, peso, formato) no es cómodo para llevar en mi mochila y/o leer en el bondi. El transportable es el opuesto en características físicas.
Así, leo (¡Carajo! ¡Ya usé "usualmente" y "simultáneamente" en una oración!) habitualmente dos libros a la vez, preferentemente tratando que uno sea de ficción y el otro ensayo, aunque no es una característica excluyente. A veces leo asimismo algún libro o artículo en la red, mientras estoy en la compu haciendo otras cosas (hasta hace poco figuraba Mythos revisited: American Historians and German Fighting Power in the Second World War by Thomas E. Nutter).
Esto parece bastante ordenado, pero provoca algunos "desacoples". Los libros transportables, al ser generalmente más cortos, los leo más rápido, porque aparte en el bondi es donde más leo. A esto se le suma que si me entusiasmo con uno de los libros gordos, no lo voy a sacar de casa de todos modos, mientras que si me apasiona una de los transportables, lo leo en casa también.
El Quijote, por su tamaño y por la variedad de libros transportables buenos que he leído y (espero) me quedan para leer, se ha convertido en un abonado involuntario y permanente a la sección. No porque sea arduo o malo, que no lo es. Es muy divertido, pero tiene la imposibilidad física de competir contra un libro que puedo llevar a todos lados.
Un caso aparte es Números combinatorios y probabilidades. Es transportable, lo leí de un tirón, pero dejé de hacer muchos de los ejercicios que trae. Me propuse releerlo e ir haciendo los ejercicios, lo que lo convirtió en un libro no-transportable por factores no intrínsecos a su condición física. Encima, no consigo hacerme de la fuerza de voluntad de usar papel y lápiz para seguir los ejercicios de una vez por todas... Ni para recomenzar la lectura con esos elementos a mano.
En fin, una muestra más de la enajenación mental del que esto escribe... (que pasa a la tercera persona en una gambeta a la admisión de dicha condición).

domingo, 3 de junio de 2007

The Vago's Gym

Gimnasia para vagos. Eso es algo que se necesita urgente.
Porque no hay nada peor que ser vago y encima no soportar el "gym".
¿Hay algo más aburrido que el gimnasio?
Encima, el cuerpo después de los 30, que los vengo dejando atrás rápidamente, necesita un poco de movimiento o se vuelve una masa de dolores solidificados en diferentes posiciones.
Así que empecé un programa de gimnasia para vagos, en varias etapas: al fulbito de los lunes, que sólo contribuye en generar un pico de dolores los días inmediatamente posteriores, le voy agregando actividades que no me cuestan mucho,
La primera ha sido hacer honor semántico al ascensor de mi departamento y no usarlo para descender.
Después, forzar mi ritmo de caminata. Ya que camino unas 15 cuadras por día, aprovecharlas para poner el sistema aeróbico a laburar, sin transpirar.
Ahorita no más, jubilar el ascensor de mi departamento, salvo en casos de fuerza mayor, como las compras en el Coto. Siete pisos a buen ritmo al menos una vez por día. Los músculos de las piernas y los pulmones lo sienten.
Supongo que debería agregar algunos ejercicios de piso en casa... Pero eso es casi tan aburrido como el gimansio, aunque ver la cara con que me miran los gatos hace que pueda valer la pena. Ya lo veremos.