Y la Democracia está ahí, como una virgen en el altar, inmutable, impertérrita. Miles de fieles, en procesión, la visitan en su templo y le ofrecen sus pequeños invaluables sacrificios. Otros tantos invocan su nombre y se persignan cada vez que están en dificultades. Y recuerdan los maravillosos milagros que hacía cuando estaba viva, cuando era algo más que un ícono de yeso.
Pero la Democracia, amigos, ya no es lo que era. Ha dejado de serlo desde que ocupa su pedestal en el templo del Capitalismo.
José Saramago.
Vía Cartoneros de San Telmo
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