Esta podría ser una historia triste.
Tal vez alguna gente se ponga triste al escucharla. Pero no es así...
A orillas de un arroyo se conocieron cierta vez un hombre-pez y una mujer-invierno, cuando uno era apenas un alevín pulmonado y la otra una incipiente primavera.
Por esas cosas que no nos está permitido conocer, se reconocieron como parte de un todo... No del todo que hace que los hombres-peces sean un todo con las mujeres-peces, o las mujeres-invierno con los hombres-invierno, porque si así fuera, esta sería una historia muy diferente.
Y, naturalmente, se amaron.
Y, también naturalmente, el amor terminó, como todas las cosas que no es natural que ocurran.
Pero eso que era más grande de que formaban parte estaba todavía ahí. Y, sintiéndose muy felices por eso, trataron de conservarlo. Y fue todo bien, hasta que el alevin comenzó a convertirse en pez y la mujer pasaba al otoño... Los pequeños pulmones se le fueron atrofiando y cada vez le costaba más pasar el tiempo junto a ella, que ya casi era invierno...
Y un día, casi sin darse cuenta, ella fue invierno... Y congeló el río del hombre-pez... Y por la increíble necesidad de ser parte de eso más grande, el hombre-pez quedó del lado equivocado, es decir, junto a ella.
Pasaba su vida mientras lo que quedaba de sus pulmones se consumía en un aire que ahora le resultaba extraño mirando la fuerte corriente corriendo debajo de la capa de hielo transparente... Para su gran pesar, empezaba a disfrutar los momentos en que ella estaba lejos, porque se descongelaban charcos en la superficie del hielo en los que podía revolcarse mientras miraba hacia la corriente que, poderosa, lo llamaba con la voz de lo que uno realmente es.
Siempre pudo optar por romper el hielo y escapar hacia su lugar, pero el pasado y eso que era más grande lo retenían con tanta fuerza como el miedo y la certeza del dolor de ambos... Porque una vez en la corriente, él sabía que ya no volvería, y ella sabía que ya nunca podría sentir el agua corriendo entre sus dedos.
No era una decisión fácil, así que sucedió lo que casi siempre pasa en estos casos. El hombre-pez, ya sólo sostenido por la poca agua que podía hacer pasar por sus debilitadas branquias desde los charcos, juntó el poco valor que le quedaba, escuchó por última vez las canciones de los pájaros de invierno e hizo el agujero...
No sabemos si él lloró, porque en el río las lágrimas forman parte del todo... Y de ella, de ella no sabemos nada, porque nunca la volvimos a ver.
Ariel
12/11/2000
Una hermosa y triste historia sobre dos caminos que se rozan, pero nunca se unen.
ResponderBorrarUn clasico amor imposible
¿Estás puliendo el estilo de crítico de TV?
ResponderBorrarJugate un poco... Quiero palos, reacciones emocionales...
Somos pocos y nos conocemos... algo al menos.
Y la mujer-invierno, no vuelve a ser primavera?
ResponderBorrarComo un amor a distancia, se ven la mitad del año.
Jajaja
ResponderBorrarSos un romántico...
En el cuento, no... Es sólo mujer invierno. Pero es algo abierto, como la vida real... Todo sigue sus ciclos.
me gustó, te lei.
ResponderBorrarLupe/lola/ the one and only